miércoles, 15 de diciembre de 2010

Perdedora por primera vez...

Me toca contar como empieza mi historia de desamor, esa historia que deriva en otra y en otra y concluye, por ahora, en esta especie de desahogo cibernético.
Era una inocente jovencita de 16 años, con un novio más grande (de 19), vecino del barrio... toda una aventura. Con este novio, al que simplemente vamos a llamar Tres, se conocieron y empezaron a salir por que ella lo encaró, claramente, no podía ser de otra manera. Para ella era su primer amor y lo vivía con toda intensidad.
Tres se fue de viaje de egresados, ella no esperaba mucha fidelidad porque entendía la situación. Él volvió con un tremendo chupón en el cuello, pero le dijo una y otra vez, hasta el enojo, que no había sido más que eso, le dijo a ella que solamente le dejaron el chupón y que no hubo ni un beso de por medio. Ella por cansancio, terminó creyéndole.
Pasaron varios meses y por esas cosas del Internet y las nuevas tecnologías, ella se enteró que Tres le había mentido sobre aquel, ya lejano, viaje de egresados; pero terminó, sin mucha convicción, perdonándolo.
Después llegó el viaje de ella, y cuando se despedía de Tres, ella le dijo que no le prometía nada; y cumplió esa no promesa. Y cuando volvió no pudo evitar contar la verdad. Tres se sintió traicionado y la trató como a la peor basura, básicamente, la trató como a una terrible puta. Ella era chica, y bastante pelotuda, así que pensó que él tenía razón y se hizo cargo de los cargos. Tanto dolor hizo que se separen.
Pasó el tiempo y Tres volvió... quería hablar con ella. Le dijo que mientras habían estado juntos, él siempre estuvo con otras chicas... O sea, la pobre boluda había sido una terrible cornuda durante un año y pico y encima había tenido que soportar que la traten de infiel y basura humana. Y lo peor es que no sabemos qué fue lo que la conmovió de ese chico, pero, para seguir con esa constumbre de boludez, aceptó seguir con Tres, despues de las confesiones. Es así, perdedora se nace, pero también se puede hacer.

Hoy me reulta gracioso acordarme de esto, porque, por suerte, esta indignante historia tuvo un final feliz: ella sabía que ya no lo quería como antes a Tres, así que cuando vio la oportunidad (léase, un muchacho que de verdad valía la pena), lo dejó a la mierda.


Soledad

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